martes, 22 de julio de 2008

De la calculadora a la computadora

Tan importante es la necesidad de hacer cuentas y cálculos con rapidez, que la aritmética fue mecanizada tan pronto como la gente descubrió la manera de hacerlo.
Hasta el siglo XVIII lo único que tenía la gente como ayuda para calcular eran el ábaco y algunas tablas simples de cantidades matemáticas, como fracciones, por ejemplo. Estas tablas les ahorraban a los matemáticos el trabajo de repetir laboriosos cálculos, y el ábaco –un instrumento extremadamente efectivo y rápido -, se encontraba en todos los establecimientos comerciales. En aquellos lugares donde tradicionalmente se ha utilizado el ábaco, ha sido lentamente desplazado por la calculadora de bolsillo en el siglo XX.
Pero volviendo a 1617, el matemático escocés John Napier inventó una ayuda para calcular, llamada "los huesos de Napier". Estos eran un juego de tablas multiplicadoras grabadas en barras de marfil. Sin embargo, Napier había hacho una innovación más importante en 1614 cuando, luego de años de trabajo, publicó la primera tabla de logaritmos. Estas reducían la multiplicación y la división a la suma y resta simples. Un clérigo y matemático inglés, William Ougtred diseño una ayuda mecánica para el cálculo con base en los logaritmos de Napier. Esta ayuda consistía en escalas de números marcados en dos reglas iguales. Cada número se marcaba en una posición correspondiente a su logaritmo.
Multiplicar y dividir números se convirtió en cuestión de deslizar una regla contra otra. Este método se desarrolló hasta la regla de cálculo, utilizada por los científicos e ingenieros aún a finales de los setenta.
Una ingeniosa calculadora mecánica del siglo XIX fue la Máquina Diferencial, inventada por el inglés Charles Babbage. La primera fue terminada en 1822, y varias se utilizaron para realizar cálculos astronómicos y comerciales.
La computadora mecánica más avanzada que se diseño fue la Máquina Analítica de Babbage, que incorporaba las características esenciales de las computadoras modernas. Los números se ingresaban en tarjetas perforadas, se guardaban en el "almacén" o memoria de la maquina, se procesaban en una sección llamada "molino" y luego se imprimían. Infortunadamente la máquina nunca fue terminada.
La primera máquina en sumar e imprimir los resultados fue construía por el norteamericano William Burroughs en 1890. George Stibitz construyó la primera calculadora electromecánica en 1940, pero este tipo de máquinas fue pronto remplazado por la calculadora electrónica.

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